jueves, 26 de marzo de 2009

AMOR GAY

Hola de nuevo pues navegando me encontre este texto muy por cierto se los recomiendo que lo terminen de leer y bueno gracias a todos por visitar este blog y bueno les agradeceria mas que dejaran comentarios ok cuidense.






Nunca antes me había fijado en la cantidad de parejas homosexuales que se ven paseando por Venecia. Los encuentras caminado por los puentes, a la orilla de los canales, cenando en los pequeños restaurantes del casco viejo. No suele tratarse de dúos espectaculares, sino todo lo contrario: gente discreta, tranquila, a menudo con aspecto educado. Mirando a los demás aprendes cantidad de cosas, y en el caso de estas parejas siempre me encanta sorprender sus gestos comedidos de confianza o afecto, el reparto convencional de roles que suele darse entre uno y otro, la ternura contenida que a menudo sientes flotar entre ellos, en su inmovilidad, en sus silencios.
Pensaba en todo eso el otro día, a bordo del vaporetto que cubre el trayecto de San Marcos al Lido. Sobre la laguna soplaba un viento helado, los pasajeros íbamos encogidos de frío, y en un banco de la embarcación había una pareja, hombre y hombre, cuarentones, tranquilos. Se sentaban muy juntos, apoyado discretamente un hombro en el del compañero, en un intento de darse calor. Iban quietos y callados, mirando el agua verdegris y el cielo color ceniza. Y en un momento determinado, cuando el barco hizo un movimiento y la luz y la gama de grises del paisaje se combinaron de pronto con extraordinaria belleza, los ví cambiar una sonrisa rápida, fugaz, parecida a un beso o una caricia.





Parecían felices. Dos tipos con suerte, pensé. Aunque sea dentro de lo que cabe. Porque viéndolos allí, en aquella tarde glacial, a bordo del vaporetto que los llevaba a través de la laguna de esa ciudad cosmopolita, tolerante y sabia, pensé cuántas horas amargas no estarían siendo vengadas en ese momento por aquella sonrisa. Largas adoslescencias dando vueltas por los parques o los cines para descubrir el sexo, mientras otros jóvenes se enamoraban, escribían poemas o bailaban abrazados en las fiestas del Instituto. Noches de echarse a la calle soñando con un príncipe azul de la misma edad, para volver de madrugada, hechos una mierda, llenos de asco y de soledad.
La imposibilidad de decirle a un hombre que tiene los ojos bonitos, o una hermosa voz, porque, en vez de dar las gracias o sonreír, lo más probable es que le parta a uno la cara. Y cuando apetece salir, conocer, hablar, enamorarse o lo que sea, en vez de un café o un bar, verse condenado de por vida a los locales de ambiente, las madrugadas entre cuerpos Danone empastillados, reinonas escandalosas y drag queens de vía estrecha. Salvo que alguno -muchos- lo tenga mal asumido y se autoconfine a la alternativa cutre de la sauna, la sala X, la revista de contactos y la sordidez del urinario público.
A veces pienso en lo afortunado, o lo sólido, o lo entero, que debe de ser un homosexual que consigue llegar a los cuarenta sin odiar desaforadamente a esta sociedad hipócrita, obsesionada por averiguar, juzgar y condenar con quién se mete, o no se mete, en la cama. Envidio la ecuanimidad, la sangre fría, de quien puede mantenerse sereno y seguir viviendo como si tal cosa, sin rencor, a lo suyo, en vez de echarse a la calle a volarle los huevos a la gente que por activa o por pasiva ha destrozado su vida, y sigue destrozando la de los chicos de catorce o quince años que a diario, todavía hoy, siguen teniéndolo igual que él lo tuvo: las mismas angustias, los mismos chistes de maricones en la tele, el mismo desprecio alrededor, la misma soledad y la misma amargura.
Envidio la lucidez y la calma de quienes, a pesar de todo, se mantienen fieles a sí mismos, sin estridencias pero también sin complejos, seres humanos por encima de todo. Gente que en tiempos como éstos, cuando todo el mundo, partidos, comunidades, grupos sociales, reivindica sus correspondientes deudas históricas, podría argumentar, con más derecho que muchos, la deuda impagada de tantos años de adolescencia perdidos, tantos golpes y vejaciones sufridas sin haber cometido jamás delito alguno, tanta rechifla y tanta afrenta grosera infligida por gentuza que, no ya en lo intelectual, sino en lo puramente humano, se encuentra a un nivel abyecto, muy por debajo del suyo. Pensaba en todo eso mientras el barquito cruzaba la laguna y la pareja se mantenía inmóvil, el uno contra el otro, hombro con hombro. Y antes de volver a lo mío y olvidarlos, me pregunté cuantos fantasmas atormentados, cuántas infelices almas errantes no habrían dado cualquier cosa, incluso la vida, por estar en su lugar. Por estar allí, en Venecia, dándose calor en aquella fría tarde de sus vidas.




Por Arturo Pérez-Reverte

viernes, 20 de marzo de 2009

Algo de arte gay escrito

Va creciendo

Sembraste en la tierra de mi cuerpo tus semillas, tomaste el arado de tus manos, marcaste surcos con tus caricias y regaste con tu lubrica saliva aquellos retoños que sabias habrías de cosechar algún día, con secretas risas hacías crecer aquellos arbustos.
Que enraizaban cada vez más profundo pecho adentro, les ofrecías el calor fugaz de tus abrazos mirando a disimulo mi cuello suspirabas un va creciendo.

Imperceptiblemente sus raíces se abrían paso a mi corazón, envolviéndolo de ti, dominándolo con tú esencia,
penetraron sin indulgencia alguna a mi última coraza convirtiéndola en su abono, nutriéndose aun más de este núcleo.

Y sin saber en que momento comencé a amarte, busque más que nunca de tus brazos.
Mientras tanto aquella planta maduraba teñida de azul, azul como el color con que Te cielo.
Te acercaste una vez más a mí, necesitabas asegurarte de su crecimiento, tomaste mis labios y con la tibieza de tu boca,
procesaste infusión de aquellos brotes, saboreaste su sabor y coloreaste mis mejillas con la pesadez de tus brazos, te alejaste para decir en un suspiro,
va creciendo.

Soy invernadero de tu pasión, soy aquella tierra que nutre nuevas emociones para ti, después de todo eres ese hombre que sembró sus semillas en la tierra de mi cuerpo, que profuso surcos con caricias, eres ese hombre que rego con su saliva los retoños que bien sabias algún día abrías de cosechar.

¿Y yo?, yo soy otro hombre, que mira el correr del crecimiento en este arbusto que es azul, azul como el color con que Te cielo.
Soy quien mirara sin temor sus arabescos, quien mirara con curiosidad su engrosamiento.
Soy yo ese hombre que vera la hora de su muerte, quien vera la hora en que seque esta planta que es azul, azul como el color con que Te cielo.

Mas alguna espina siempre queda encajada, atorada en el velo de mi mente donde se que nunca olvido.
Donde otro arado, donde otra baba, donde otros tibios brazos, remuevan seco tronco y comience nueva vida. Por ahora niño mío goza el sabor de tu fresco amor, sonrójame con tus grandes brazos y aléjate en un suspiro diciendo el va creciendo.

Escrito por : José Fevos Apolonio.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La Difícil Tarea De Ser Gay Parte 3

La Difícil Tarea De Ser Gay Parte 3


Esta muy bien entendido que la sexualidad es algo muy profundo y dentro de la sexualidad se inmiscuye el erotismo y la pasión esto es algo que no se cuestiona, lo que se cuestiona es el valor del ser humano como hombre y en especial como GAY.



Ser humano es un privilegio, ser gay es un orgullo más, esto por que un gay no solo es un hombre con cuerpo, pene y trasero, un gay es una belleza mágica, un hombre con un cuerpo cuidado, capaz de parecer modelo sea su tipo de complexión sin importar la edad, con sentimientos capaz de entender a una mujer, con una belleza facial capaz de transformarse y engañar a un hombre convertido en una mujer, con una inteligencia capaz de obtener puestos de trabajos muy altos, con decisión capaz de llegar a ser un líder, con valores que le hacen entender que lo espiritual no es cuestión de ser religioso ni si no de fe en si mismo para poder lograr lo que se proponga.



El amor entre los gays pareciera no tener existencia pero no es así, un gay es un hombre, y a la ves un humano con emociones y sentimientos, así como hombre desarrolla un sentimiento hacia un padre, una madre, hermanos, hijos, tíos, primos y por ultimo hacia una mujer también hay hombres que en ves de desarrollar ese sentimiento hacia una mujer lo desarrollan hacia un hombre y este sentimiento es igual hacia una mujer, lo única diferencia es que el hombre siente una atracción física hacia ese cuerpo de hombre y ese gusto de esa forma de ser a este mismo.


Continuara.