El aspecto físico siempre ha jugado un papel importante dentro de la convivencia homosexual. Hace aproximadamente veinte años todos los que acudían a antros gays (aún más el sector afectado por el VIH/Sida) procuraban verse bien para mezclarse con el resto. Ahora, el aspecto oculta otro problema social: la falta de autoestima. Una noche estaba formado para entrar a Living, uno de esos lugares en donde se hace fila para dar cierta seguridad de que adentro habrá gente “bonita”.
Mientras esperaba, delante de mí unos chicos de 18 años se comparaban y competían por ver quién lucía mejor. Ambos vestían atuendos poco usuales en la vida diaria y de paso, se parecían a esas muñecas ojonas que están de moda. En otra ocasión, en los baños de Lipstick, escuché a otros dos (retocándose el maquillaje frente al espejo) en un reto que consistía en besar a más hombres en esa noche.Es cierto, el lugar obliga a vestirse de cierta forma, pero sin que eso signifique un cambio de actitud.
Así, cualquiera que se bañe y use la ropa correcta, puede estar en cualquier sitio; el asunto es éste: saber vender imagen. Pero, ¿qué pasa con lo de adentro? El estuche puede lucir de maravilla, pero una vez que el interior se expone aparecen aspectos desagradables, descuidados, desalineados y hasta lastimosos. En la década de los 80, cuando el VIH empezó a ser protagonista y en muchas ocasiones se veía reflejado en el físico de la persona afectada, cuidar el aspecto era más que moda, una necesidad para evitar el rechazo y la discriminación.
Alguien extremadamente delgado o con aspecto demacrado, era candidato a ser acusado de ser portador de dicha enfermedad y por ello, algunos que empezaban a tener signos evidentes en el cuerpo, tuvieron que transformarse para no ser señalados, así disimulaban su problema y en muchas ocasiones pasaban inadvertidos.
Freddy Mercury fue uno de ellos, pues de ser un hombre con apariencia musculosa, termino demacrado y en lamentable estado físico, y en ese lapso, disimulo bien, pero no pudo acallar rumores. En estos tiempos vestir, peinar y actuar es una moda que oculta la falta de dirección personal, muchos de los que literalmente se “disfrazan” para ir a un antro, tienen problemas serios de personalidad que cubren bajo una alterna que al pisar zona homosexual, se transforman en alguien con supuesto glamour y poder de decisión.
Muchos jóvenes homosexuales que llenan los antros han abandonado la escuela, no tienen trabajo o se ocupan en aquellos donde no peligra su capacidad o talento por su orientación sexual (estética, ventas por teléfono, bancos, coreógrafos, meseros, etc.). Pero además su baja autoestima por la falta del apoyo familiar o una pareja, los orilla a fingir ser lo que no son. También actúan al creer que pueden engañar a un tercero y así, conseguir una relación.
Las vestimentas y el lugar que se visitan van de la mano, pero no son excluyentes, siempre y cuando se aprenda a vestir acorde a la personalidad de cada uno. Lugares que abren sus puertas a diario han perdido toda posibilidad de selección de usuarios al permitir que todo tipo de atuendo pase, pero aunque muchos digan que de esta forma se es coherente con la diversidad, el extremo no puede llevarnos a pensar que lo único que falta es que una estación de metro vaya directamente a la entrada de algún Tito, por ejemplo.
Más allá del atuendo sugerido por el lugar, hay que preocuparse por arreglar lo interno. Para todos es más agradable conocer a alguien que lejos de su exuberante peinado (por cierto, cada vez más escandalosos) y su ropa de aparador, exista una charla interesante y sincera que permita conocerlo realmente, pues la coherencia es un valor que se obtiene al pensar, hablar y verse bien. Lucir bien va más allá de oler rico, traer ropa limpia y acorde con el lugar, pero para brillar, una vez que se atraviesa la puerta, no sólo se usan colores dorados o ropa de marca, se consigue estando bien con uno mismo.
por Guillermo Gafloz
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